En la fiesta estaban todos.
Las amigas de la secundaria bailaban en el patio, con mucha otra gente que no puedo reconocer.
Los amigos de la facultad bailaban en el patio; con otra gente que no puedo reconocer
Los amigos de la vida estaban adentro, hablaban adentro.
El cumpleañero estaba adentro, arriba.
Ella estaba por todos lados.
De las amigas de la secundaria se fue con los amigos de la facultad; y de ahí paso por los amigos de la vida para ir arriba a donde estaba el cumpleañero. Jugando a la computadora estaba el cumpleañero. "Hay sólo 2 personas" decía el cumpleañero; pero la fiesta era enorme. Se sentía sólo y es la subjetividad la que lo estaba manejando. Lo intentó disuadir; no lo logró. Bajó a buscar más alcohol, habló con sus amigos de la vida mientras buscaba la bebida que estaba adentro de la casa para luego ir con sus amigos de la facultad y luego con sus amigas de la secundaria. Para salir de la casa fue por la segunda puerta, no la principal, sino la segunda puerta. Esa que está siempre a un costado (por estar al costado es que la llaman secundaria), aunque tenía cierto aire de principal. Ahí estaban los policías.
Los policías que cuidaban la fiesta quisieron violarla. No fueron violentos; quisieron amarla sin que ella quisiera. No fue un momento de pánico y exabrupto. Los policías dieron por entendido que ella iba a tener sexo con él, con uno de ellos: un gordito con cara de simpático. Se retiraron; ella también quería retirarse. No entendía que estaba pasando; la verdadera fiesta estaba al costado (al costado de la puerta secundaria, que ahora es la primordial: lo demás está al costado de ella, no ella de lo demás). Mira al policía desconcertada. Él la mira "ya sabés," la abrazó fuertemente, la apretó entre sus brazos. Ella entendió, se tiró al piso y se arrastró. Los otros policías la miraron, pero no la siguieron. Aceptaron la decisión: no fue tan bueno el intento de violación. Ella dejó las llaves ahí.
Pasó por la gente que no conocía, buscaba a esa persona que si conocía. A esa persona que siempre terminaba buscando.
No estaba entre la muchedumbre, ella. Y apareció, de repente, él. Ya habían estado juntos en la fiesta. Estaban todos en la fiesta; él también estaba.
La imagen es rara y confusa: sonrisas, "¿dónde estabas?", "te estaba buscando, vení", él todo roto y desprolijo: remera blanca manchada, pantalones rotos a la mitad, rostro que acaba de recibir golpes y una sonrisa grande de haberla encontrado. Algo le había pasado. Ella se preocupa. Él agarra su mano, en realidad ya la había agarro apenas la vio a ella. No había agarrado su mano como para sacarla de la muchedumbre. Ella no estaba en la muchedumbre; ahí estaban sus amigas de la secundaria, de la facultad y un montón de gente que no puedo reconocer. Acariciaba su mano con cariño; con cariño de haberla encontrado, de haberla visto. Con amor.
La lleva con él hasta la salida de la casa de fin de semana, donde se estaba haciendo la fiesta, donde estaban todos, donde el cumpleañero pensaba que había 2 personas, donde los policías quisieron violarla, donde todos tomaban y bailaban alegremente. Ella no entiende, "¿qué pasó?" preguntó. "nada, nos tenemos que ir, ahora te cuento, ahora que te encontré no pasó nada, no importa. Acompañame, dale. Vení" y sonreía, sonreía como siempre sonríen pero esta vez como si esa esperanza oculta que siempre aparece en sus sonrisas no tenía que mantenerse oculta entre las sonrisas y miradas; invadía sus ojos, se des-ocultaba y estaba intensamente esperanzada, la esperanza.
Ellos corren hacia la puerta. Él buscaba un taxi. No le soltaba la mano, no paraba de sonreirle. Ella estaba contenta; estaba preocupada pero contenta. Se dio cuenta: con él siempre estaba contenta. Se dio cuenta; el no paraba de agarrarle mano, de acariciarle la mano, de sonreirle sin disimular. Él estaba dejando de disimular. Ella reía como una loca y había olvidado sus llaves con los policías que cuidaban la fiesta, que intentaron violarla o intentaron que ella quiere tener sexo con uno de ellos que tenía cara de buenudo simpaticón.
El taxi no aparecía y estaban todos en esa fiesta. Entre esa gente que no logro reconocer se ve que estaba la mejor amiga de él. "¿Qué hacen acá?¿agarrados de la mano?¡Ven que tenía razón!" "no, sh." "Suéltense entonces" "callate" y se reía él. "Le pasó algo" dijo ella, se sentía incómoda; no la amiga. ella. Ella la que estaba en la fiesta con sus amigas de la escuela, con sus amigos de la facultad, con sus amigos de la vida, con el cumpleañeros, con el alcohol, los policías y este amigo particular. La amiga, la que estaba entre la gente que yo no reconocía, se fue. Desapareció.
Ella apareció bailando con sus amigas de la escuela. Cambio repentino. Recuerda toda la escena, corre hacia la puerta de la casa de fin de semana donde se hacía la fiesta en la que estaban todos. Su amigo no estaba. Se tomó un taxi y lo buscó. El recuerdo de lo que había pasado se hizo cada vez más fantasmal; no tenía la llave de su casa.Más y más fantasmal.
Le importaba más que nada lo que iba a pasar, lo que le pasó a él, lo que tenía (n) para decirle (se). Lo buscó en un barrio y no lo encontró. No entendía por qué fue directamente a ese barrio. El taxi la dejó por ese barrio que nunca había frecuentado y que le resultaba muy familiar. Ella fue al descampado de ese barrio. El descampado que estaba atrás de todo, donde había facultades y ríos y museos. Tomó una bici que estaba suelta en el puente. No la robó, la bici parecía estar para ser agarrada. Seguía siendo de noche. Cruza el puente. Aparece él en bicicleta al lado de ella.
Sonríen.
Ya no estaban todos en la fiesta; por lo menos ellos dos no estaban. Quizás los demás sí.
Es de tarde, no entran a la facultad, caminan por el río, no entran a los museos.
Sonríen también.
Al día siguiente, al levantarse de su cama, se mira la mano, sonríe al pensar en cómo le agarraba la mano, en cómo había sentido esas caricias. Sintió la necesidad de agarrarse de la mano con él, de acariciar su mano, de hablar y reirse. De sonreirse y decirse todo, con la sonrisa y la mirada. sin decir más.
Ya no estaban todos en la fiesta. Estaban todos en sus camas. O todos levantándose de sus camas. O algunos en un museo, o en la facultad, o en un trabajo o en un río. Algunos acariciándose. Algunos en la computadora, algunos bailando. Quizás los policías estaban queriendo violar a alguna chica. Él, definitivamente, no estaba. Él ya no estaba.
¿Él había estado?
Las llaves estaban en su mesita de luz